Las criptomonedas trabajan principalmente en base a dos conceptos: proof-of-work (prueba de trabajo) y proof-of-stake. Ambas estrategias buscan evitar la dependencia de un organismo centralizado que valide las transacciones, al delegar esa labor en la red P2P que conforman los usuarios.

      En el primer caso, los usuarios que realizan una transacción generan un “desafío” criptográfico, que es recogido por los usuarios que pertenecen a la red, compitiendo entre ellos luego para resolverlo en el menor tiempo posible. Este “desafío” sirve además como medio para validar la transacción, y dada la enorme carga de trabajo que deben realizar los usuarios, se les entrega en recompensa una cantidad de la moneda en cuestión. Es por ello que este trabajo es denominado “minería”.
En el segundo caso el tema es similar, sin embargo se trabaja con algoritmos que no buscan resolver desafíos para validar transacciones, sino que para comprobar la cantidad de dinero que posee un usuario de la moneda en cuestión. Se otorga igualmente una recompensa, también en forma de dinero.
      En ambos casos el desafío y su dificultad van creciendo de manera progresiva y planificada, todo esto con objeto de limitar la cantidad de criptomonedas en circulación (lo que paulatinamente va aumentando su cotización, pues se vuelve más difícil minarlas). Sin embargo, como al volverse escasas aumenta mucho su valor, se han ido desarrollando diversos métodos para aprovechar al máximo el poder de procesamiento, tanto de cpu's como de gpu's, lo que se ve implementado principalmente en las llamadas "mining-pools": arreglos de computadores que trabajan en conjunto con el único fin de minar tantas criptomonedas como sea posible, generando millonarios ingresos, aunque con usos enormes de energía. Al día de hoy estos sistemas operan tanto en equipos físicamente cercanos como a través de servidores que agrupan aparatos de todas partes del globo.

      Desde la perspectiva del usuario, es muy simple, pues se han desarrollado herramientas por completo automáticas para este fin, que permiten a cada uno tener su propio monedero electrónico, al cual se accede con aplicaciones diseñadas para tal fin, referenciando un código alfanumérico difícilmente recordable por un ser humano, que no permite de ninguna manera relacionarlo con su dueño (lo cual ayuda con la privacidad, sin embargo también permite que un delincuente lo suficientemente astuto como para obtener acceso a él, pueda robar el monedero sin que pueda ser descubierta su identidad).